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El valor patrimonial: New Voga la magia del retorno. Por Alex Ibarra Peña

“Era tan breve el peso de su nombre,
Valparaíso,
dicho en voz baja y abril,
y tan último el polen de otoño,
Valparaíso,
el secreto ardor, transido de sal,
la esperma frutal,
de nuestras ondas colmenas en agraz,
Valparaíso”.
(Patricio Manns, Escenas de olvido en Valparaíso)

Varios poetas nos han escrito sobre Valparaíso. Ciudad atravesada por un signo trágico que estimula la nostalgia. Nostalgia es el sentimiento por una pérdida de un camino que no se olvida sino que más bien se añora, se extraña o más profundo aún se entraña. Valparaíso la ciudad querida que nunca se olvida y que nunca se termina de conocer. La ciudad en tránsito, la ciudad que permanece ignorada y que invita siempre a ser revisitada para reconocerla. Esto es gran parte del encanto que provoca al viajero. La “Joya del Pacífico” ciudad vieja y ciudad nueva, en esa mistérica simbiosis. Valparaíso la podemos rememorar y la podemos reescribir. Siempre cautivando al escritor que siente la vocación por testimoniar la belleza cuando ésta se manifiesta.

La breve historia del New Voga encarna este movimiento, una historia pasada en el Hotel Voga y una nueva historia en esta “reencarnación” en esta hermosa casa de finales del siglo XIX, décadas de un importante auge económico en este Puerto. Me cuesta entender que nuestra capital sea Santiago y no el puerto querido, dado el cosmopolitismo o interculturalidad que aquí se palpita representándonos una estética diferente a la promovida por el Estado-Nación, tal vez para el encanto de estos cerros sea mejor así, lo mismo que para su habitar con ese espíritu más libertario, más relajado, invitando siempre a la pausa en su propio cotidiano.

New Voga un hermoso proyecto hotelero de alta calidad, en el privilegiado Cerro Alegre, a pasos del ascensor Reina Victoria, en la pintoresca calle Galos ahí en plena intersección de la peatonal Templeman. Casona de dos plantas más una buhardilla, interior victoriano, pisos de pino oregón con hermosas lámparas, tabiques de roble, una decoración delicada y fina sin excesos, habitaciones amplias y luminosas con esa calidez sensorial que nos permite habitarla descalzos, sean con la vista hacia sus cerros o hacia la bahía. Un patio interior hermoso, con vegetación, baldosas, tierra y una terraza en altura que también permite la vista al mar en la cual se puede compartir con los viajeros que habitan como huéspedes.

La tranquilidad de esta casona emplazada en este cerro tan visitado de la ciudad es impresionante, permite escapar de lo más bullicioso conectada a escala antropocéntrica con la variedad de cafés, restaurantes, miradores y tiendas de diseño que ocupan al Alegre y al Concepción, emblemáticos que representan esa hermosa imagen del “arcoíris de múltiples colores”. La hospitalidad de este hotel boutique que sus habitaciones llevan el nombre de los cerros de la ciudad, al igual que la calidad del servicio, tienen la impronta de la experiencia viajera de las socias Patricia Rivera, Lucía Infante y Paula Torres. Destacan el cuidado por el patrimonio sin intervenir la construcción original, resaltando la valoración por el paisaje auténtico que posee esta ciudad que mira al pacífico.

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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