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Claves para entender la crisis en el país africano

El triunfo electoral del “Trump senegalés”

Estas elecciones, cuyas consecuencias a corto y a largo plazo aún deberán evaluarse, dan cierre a una agitada secuencia de la vida política en Senegal que comenzó en enero pasado. Aún reinaba una relativa calma en el país unas semanas antes de las elecciones presidenciales, inicialmente programadas para el 25 de febrero de 2024. El presidente Macky Sall –electo en 2012 y reelecto en 2019– anunció el 3 de julio de 2023 que renunciaba a aspirar a un tercer mandato, lo que puso fin a un interminable suspenso acompañado de especulaciones sobre sus intenciones y de fuertes tensiones políticas. Sin embargo, mientras el miedo a lo peor parecía haberse disipado, el jefe de Estado anunció abruptamente el aplazamiento de las elecciones presidenciales en un breve discurso televisado el 3 de febrero pasado. El motivo invocado fue una “discrepancia entre la Asamblea Nacional y el Consejo Constitucional, en conflicto abierto sobre un caso de corrupción”. Según Sall, esto habría creado “condiciones turbias que podrían afectar la credibilidad de las elecciones al plantar la semilla de una disputa pre y postelectoral” (1).

La decisión generó conmoción más allá de las fronteras, en especial en una región de África Occidental sacudida por crisis y golpes de Estado desde 2020. Los observadores más moderados condenaron un “abuso de poder” portador de todos los peligros, pero muchos de ellos denunciaron un “golpe institucional”, un “golpe de Estado constitucional”… mientras que otros temen un golpe de Estado militar. En un país donde el ejército, a menudo considerado “republicano”, nunca ha manifestado tal veleidad, la hipótesis puede sorprender, pero de alguna manera se fue elaborando con las acusaciones de autoritarismo contra Sall. En 2019, a sus dos principales opositores, el ex alcalde de Dakar, Khalifa Sall, y el ex ministro Karim Wade (hijo del ex presidente Abdoulaye Wade), se les impidió presentarse a las elecciones presidenciales luego de que un tribunal sospechoso de subordinación al poder los condenase a cinco y seis años de prisión, respectivamente –al primero, por malversación de fondos y al segundo, por enriquecimiento ilícito–. Además, desde 2021 la represión de las manifestaciones ha provocado varias decenas de muertos, mientras que los periodistas sufren intimidaciones y presiones (2).

Hasta el día de hoy, siguen siendo enigmáticas las razones que llevaron al presidente Sall a intentar aplazar las elecciones presidenciales. Entre ellas se encuentra la posible derrota de su candidato, el primer ministro Amadou Ba, rezagado en las encuestas, y sobre todo el temor a una victoria de Bassirou Diomaye Faye, candidato sustituto de Ousmane Sonko que no puede competir en las elecciones debido a varias condenas judiciales. Considerado por los partidarios del poder como el “Trump senegalés” que desarrollaría “lógicas pro islámicas y yihadistas” (3), Sonko goza de gran popularidad entre la juventud. Su movimiento, los Patriotas Africanos de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (PASTEF, por su sigla en francés), denuncia un régimen “corrupto y vendido a intereses extranjeros” y propone volver a los “valores nacionales” o incluso salir del franco CFA (Comunidad Financiera Africana) (4).

“Todo menos Sonko”

El 6 de febrero, en medio de un caos inaudito y ante la ausencia de varios opositores expulsados manu militari del arco parlamentario, la Asamblea Nacional decidió aplazar las elecciones presidenciales al 15 de diciembre de 2024, lo que, de hecho, implicaba que Sall se prolongara en su mandato más allá del término constitucional, fijado para el 2 de abril. Hubo varias manifestaciones de protesta, violentamente reprimidas por las fuerzas de seguridad, que dejaron, una vez más, su cuota de muertos y heridos en Dakar y Saint Louis. El 7 de febrero, un comunicado de la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH) y de sus miembros en Senegal destacó “su gran preocupación ante la escalada de tensiones, las repetidas violaciones a las libertades fundamentales y los riesgos de exacerbación de una crisis política”. Según (...)

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Francis Laloupo

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