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Cuando los huelguistas doblegaron al Gobierno y a la patronal

Una gran huelga de mayo en Francia

El Primero de Mayo de 1967 quedó marcado en la historia como un día de victoria para los trabajadores de Saint-Nazaire. En medio de una huelga histórica que duró sesenta y dos días, obreros de distintos sectores unieron sus fuerzas. Enfrentándose al gobierno y a la patronal, exigieron mejores condiciones laborales y salariales. La solidaridad de la población y la determinación de los huelguistas fueron clave en esta lucha que culminó con concesiones significativas que cambiaron el futuro.

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David de la Mano, Ante el silencio, Saint Nazaire, 2019
(Gentileza Galerie Itinerrance, París)

Primero de mayo. Una joven deambula entre la multitud de manifestantes repartiendo ramitas de lirios del valle. Por los altavoces suena “L’Affiche rouge” de Aragon, cantada por Léo Ferré. Las imágenes en blanco y negro del documentalista Marcel Trillat capturan la emoción en los rostros consternados. Es un día histórico. Confederación General del Trabajo (CGT), Confederación General del Trabajo-Fuerza Obrera (CGT-FO) y Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT): este frente unido doblegó al gobierno y a la patronal tras sesenta y dos días de huelga.

Estamos en 1967, en Saint-Nazaire. Los obreros metalúrgicos de las industrias naval y aeroespacial y de Forges de l’Ouest [Fraguas del Oeste], con el apoyo de los residentes locales, paralizaron la ciudad y sus fábricas en la huelga más larga desde 1936.

El tren proveniente de París llegó a la estación a las 16:23 horas. Una procesión que se extendía hasta donde daba la vista recibió a los delegados sindicales que regresaban de las negociaciones, los cubrió de lirios del valle y los llevó hasta la explanada de la municipalidad. Cada uno de ellos habló en orden, tal como había sido acordado. Las palabras del representante local de la CFDT, Louis Morice, resonaron en el seno de la silenciosa asamblea: “La patronal tendrá que tener en cuenta la fuerza que representamos [...]. Refuercen sus organizaciones, asegúrense de que el poder sindical supere al poder de la coalición patronal”. Su compañero de oficina en Chantiers de l’Atlantique, el representante de la CGT, Jean Lescure, saludó bajo las miradas humildes “a las personas que hicieron dos meses de huelga y descubrieron que lo esencial es la dignidad de ser simplemente personas, personas que viven”.

“Vivir mejor”. Estas palabras, que vibraron durante semanas en las pancartas agitadas por el viento, reflejaban las aspiraciones de una época. Los millones de modestos trabajadores que reconstruyeron Francia durante los “treinta años gloriosos” estaban familiarizados con el trabajo duro, las cadencias infernales y los salarios modestos pagados con retraso. Conscientes de su contribución al crecimiento del país, reclamaban lo que les correspondía. Después de los “rostros negros” de las minas de carbón y acero del norte y el este, los obreros de cuello azul de la industria del automotor en las fábricas Berliet de Vénissieux, y los obreros textiles de la fábrica Rhodiacéta de Besançon, se declararon en huelga para protestar contra el inquebrantable apoyo del gobierno de Georges Pompidou a los intereses patronales. Ya hacía varios años que las negociaciones salariales estaban en un punto muerto. Y su ira fue en aumento.

El caldero de la huelga

En el oeste de Francia, los “trabajadores mensualizados” estaban en llamas. Oficinistas, técnicos, diseñadores o supervisores: surgió una nueva generación de trabajadores de “cuello blanco”, a los que se les pagaba mensualmente, a diferencia de los obreros de cuello azul, que cobraban “por horas”, y recibían cada vez más responsabilidades sin ningún tipo de retribución a cambio. Ante el congelamiento salarial, la CGT, la CFDT y la CGT-FO llegaron a un acuerdo histórico a finales de 1966. Las organizaciones sindicales de los obreros metalúrgicos del oeste de Francia elaboraron un pliego de reivindicaciones que incluía la supresión de la tercerización, un salario mínimo garantizado de 600 francos y la mensualización de los trabajadores “por horas”. Y el aumento de los salarios, que estaban retrasados respecto de los de la región parisina: los “trabajadores mensualizados” eran los más desfavorecidos, con un retraso del 16% en 1967. Con el pretexto de la “intelectualización” y la modernización del trabajo, la patronal terminó de engendrar una nueva categoría de contestatarios.

Sin respuesta a sus demandas, los sindicatos de trabajadores mensualizados de Saint-Nazaire lanzaron el 17 de enero su primera “huelga cuadrada” (llamada así por ser de 24 horas) como signo de advertencia. La dirección de Chantiers de l’Atlantique hizo oídos sordos, poco acostumbrada a ver que aquellos a quienes llamaba “colaboradores” hacían paro y ocupaban el terraplén delante del edificio, en el barrio de Penhoët. El 1º de marzo se declaró la huelga general. Dos mil trabajadores mensualizados de Chantiers de l›Atlantique abandonaron sus puestos de trabajo, seguidos por unos mil trabajadores de Sud-Aviation, Forges (...)

Artículo completo: 2 490 palabras.

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Benjamin Fernandez

Periodista.

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